No voy a decir que los críticos pasaron por alto alguna
cosa. Solamente voy a marcar una correspondencia entre un soneto de Góngora y
una lira de Sor Juana.
"ni oí las aves más, ni vi la Aurora;
porque al salir, o todo quedó en calma,
o yo (que es lo más cierto), sordo y ciego",
así concluye el soneto 54 (1582) de Góngora.
"Óyeme con los ojos,
ya que están tan distantes los oídos,
y de ausentes enojos
en ecos, de mi pluma mis gemidos;
y ya que a ti no llega mi voz ruda,
óyeme sordo, pues me quejo muda",
dice la segunda estrofa de la lira (211) de Sor Juana Inés
de la Cruz.
En ambos autores, en ambos poemas, las obras están llenas de flores, agua,
viento y luz. Diríamos los 4 elementos (tierra, agua, aire y fuego). No estoy
seguro del último.
Lo hermoso de los poemas es que el Amor, en toda su extensión, no produce el
mayor goce de los sentidos, sino su anulación. Sordera, ceguera, mutismo,
parálisis.
Barroco o poesía del a contrarreforma. Las cosas se tocan
con el alma para estos autores. Religiosamente, todo se toca con Dios en la
palma de la mano. Pero al tocar el amor, es como si Dios se tocara. No hay
persona que pueda resistir el tocar(se) de Dios.
Para decir que los sentidos se anulan, los autores hablan de
los sentidos. En estos poemas hay una transición, quizá bien detallada y
definida de los estadíos de la meditación zen. Una fundición (fusión) al Todo
en donde se es.
Pero, a su vez, el barroco es el pedido más suplicante de la
carne. Con los sentidos anulados solamente queda ir más hondo. Aunque lo más
profundo sea la piel. Si "sordo y ciego", si "muda",
entonces queda el tacto, el gusto: todo lo que tiene piel. Arder, degenerarse,
frotarse duramente hasta el centro es llegar a Dios. Por eso la hoguera era
razonable, como el martirio, como el ayuno. Quien ayuna se vuelve transparente,
tiene más cerca todo el afuera (toda su piel) del alma.
El Amor de Dios anula los sentidos con toda la intención de
que rasquemos más fuerte hasta/para llegar a Él.
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