lunes, 10 de febrero de 2014

Mientras agonizo, de William Faulkner


Lean a Faulkner. Lean Mientras agonizo. Lean. Lean: lean, lean. Y, de repente: hola.
¿No tiene sentido? Lo tiene bastante.
Cash se pasa 120 páginas martillando, lijando y dándole forma al cajón en el que su madre, Addie Bundren, va a ser colocada. Durante las otras 100, el resto de la familia insiste con el traslado de esa caja y, alrededor de 60, Cash viaja encima de una carreta, acostado sobre el cajón que él construyó (en donde obviamente está su madre) porque lleva rota una pierna (que se había roto cuando niño, o casi: la mayoría recuerda que sí).
Faulkner habla de moda, en un comentario aparentemente trivial: "La tela está muy tirante por la parte de la joroba, lo cual hace que ésta parezca más grande que nunca -las camisas blancas hacen ese efecto-". En aparte: "las camisas blancas hacen ese efecto.
La madre Addie es, para los hermanos Bundren, un pez. O, por lo menos, Vardaman y Darl lo creen. Y aunque su hermano Jewel sea nacido del mismo vientre, su madre es un caballo.
Vardaman le hace agujeros a la caja. ¿Para qué su madre respire? Clavetea la forma. Addie Bundren es colocada en el cajón con los pies en el lugar de la cabeza, con la intención de que el vestido que le colocan no se arrugue en lo angosto de los pies.
La descomposición por el largo viaje (8 o 9 días) no es horrorosa. La descomposición es el amor, la desintegración de la familia: el amor (propio). Agonizan todos. El Yo implícito es el cambio de punto de vista. Cada uno agoniza la muerte de su madre.
¿Qué tiene que ver el "lean" con el cajón y una camisa? Lo dicho: 120 páginas durante las que todos los personajes escuchan a Cash martillando y dándole forma a la caja en donde será colocada Addie (en donde es colocada, en verdad). Un trabajo de golpe tras golpe. Y la amenaza de lluvia. La madre será un pez. La madre cae en el río. Es salvada. Y es salvada del fuego. Tal como Addie le dice a Cora que su hijo terrible, Jewel, sería capaz de hacer y haría: lo hace. 
Cash termina viajando sobre su forma, sobre lo que se le pudre por dentro y lo que se le pudre por fuera: su madre dentro del cajón; su pierna cubierta de yeso para que no la mueva, la pérdida de su piel por el yeso endurecido.
Mientras agonizo trata el problema de las formas, de las perspectivas de las formas. No es inocente el comentario sobre la joroba y la camisa blanca, al igual que no son inocentes las 120 páginas de martillazos. Es más: son las 2 cosas más importantes de la novela: la primera importa por su brevedad; la segunda, por su insistencia. 
Lo escueto, lo frágil, lo irrenunciable: la madre vista en dos perspectivas, dos imágenes que no son ella, pero que la definen.
Y, finalmente, el entierro de la madre en su lugar de origen: el vientre de la madre: su tierra.
Creánme. Addie Bundren dice estas palabras: "Amor, lo llamaba él. Pero yo llevaba mucho tiempo habituada a las palabras. Supe que aquella palabra era como las demás: una mera forma para llenar una carencia; supe que cuando llegara el momento no iba a necesitar una palabra para designarlo, lo mismo que no la necesitaba para el miedo o el orgullo". 
Todo esclarecido, todo claro, todo embarrado como cada una de las caídas, idas y vueltas de la familia, el trayecto.
Agonizar es, en Faulkner, el vaciado y llenado de la carencia.